8.
OTROS OBJETOS Y UTENSILIOS
Abanico
Desde tiempos inmemoriales, el abanico, además de su utilidad y sentido práctico elemental, refrescarse, fue adquiriendo un alto valor simbólico tanto en el mundo de lo sagrado como en el de la comunicación. Los antiguos penachos, miosobas, psigmas, muscarios y flabelos, dieron paso a abanicos de bolsillo y de salón, de casa y de jardín, de paseo y de vestir, de bodas y de entierros, de toros y de campo. Algunos servían de máscara; otros, hechos de espejuelos, permitían ver sin ser visto. Incluso la casa Kimmel, de Londres, inventó el abanico que, impregnado de perfume, al ser usado despedía una agradable fragancia. En su tiempo, aquí en España, la cárcel modelo de Madrid, por su forma sectorial, fue llamada El Abanico. Y sabido es que Luisa Ulrick, reina de Suecia, en el 1774 instituyó la Real Orden del Abanico para damas de su corte, si bien permitió que algunos caballeros entraran en dicha Orden.
En el mundo oriental, el abanico tuvo y sigue teniendo un sentido espiritual. En Asia y en África es símbolo real. Para los hindúes, que con su abanico atizaban el fuego de los sacrificios, era un elemento ritual imprescindible. Los taoístas lo relacionan con los pájaros, dándole el sentido de un viaje a la inmortalidad. A los condenados a muerte se les solía dar un abanico, posiblemente como signo de acceso a la eternidad. Los hombres espirituales que habían alcanzado la perfección solían llevar abanicos; y, según textos legendarios, algunos de esos hombres se convertían en vendedores de abanicos dando a entender que explicaban los misterios divinos. A veces, se le concede al abanico un sentido protector: situándolo delante del rostro, éste queda protegido de influencias malignas. Los incas del Perú los ofrecían a los dioses.
En Occidente, el abanico ha formado parte de muchos rituales litúrgicos, como puede leerse en las Constituciones Apostólicas (VIII,12: ripis), o en las liturgias de san Basilio Magno o de san Juan Crisóstomo, o en las reglas de san Benigno de Dijon o en el ceremonial de la Orden de Predicadores.
En el mundo de los sueños, el abanico figura como símbolo aéreo, unido al silencio como lenguaje. Así, encontrar un abanico significa orgullo herido y pernicioso; perderlo, augurio de desdichas; abanicarse, juego amoroso; agitarlo con nerviosismo, sentido pasional; sostenerlo abierto y sin usar, sinceridad.
El abanico fue usado para crear, según su posición, todos los signos del alfabeto, y, usado magistralmente, ser todo un lenguaje que recibió el nombre de campilología (campilo: cayado o báculo) como medio más disimulado que la dactilología (lenguaje por medio de los dedos).
El abanico fue usado como lenguaje abreviado, taquigráfico, como medio de comunicación secreta, principalmente amorosa: apoyar los labios sobre los padrones del abanico significaba desconfianza; quitarse con el abanico los cabellos de la frente, no me olvides; abanicarse despacio, indiferencia; pasar el índice por las varillas, tenemos que hablar; salir al balcón abanicándose, salgo pronto; entrar cerrándolo, no salgo hoy; abanicarse con la mano izquierda, no coquetees. Había un cantar popular: «Con su capa el torero / maneja al bicho / y la mujer al hombre / con su abanico».
Hoy, cuando el abanico está siendo arrinconado —hasta que alguna moda lo vuelva a recuperar—, al menos debería quedar en la memoria que al abanico, dejando de ser útil, nadie puede quitarle el alto valor simbólico de realeza e inmortalidad, así como el haber sido talismán de fascinaciones amorosas, aleteos llenos de encanto y seducción, y silencioso lenguaje entendido sólo por espíritus atentos.
Aguja/hilo
La aguja, vinculada a la costura, aparece como un símbolo de la Madre Cósmica, generadora del renacimiento espiritual. En los sueños, significa conducta y orientación adecuadas, problemas relacionados con las mujeres o comienzo de una nueva vida; depende de si la aguja está desenhebrada o no. A veces, simboliza la decepción, desencanto o disgusto que alguien nos ha provocado.
Aunque con múltiples usos, el hilo está asociado a la aguja, por cuyo ojo entra como si accediera o saliera por la puerta solar cuyo simbolismo nos traslada al paso por mundos cósmicos ya sean terrestres, infernales o celestes; y por mundos psicológicos ya sea el consciente, el subconsciente o el inconsciente. (Véase agujero). Por lo general, el hilo simboliza el destino al que se llega por el tejer y destejer —como Penélope— los ritmos vitales cuyo final es el equilibrio; así es en algunos mitos japoneses y en ciertas iniciaciones chinas.
El hilo es símbolo de la unión de lo terrestre y lo celeste, de lo inferior y lo superior a través del centro primordial, fuente de todo. El destino marca el quehacer del hombre; éste es el sentido del hilo de Shiva. Hilos son los que mueven las marionetas; y con hilo conduce Ariadna a Teseo hasta la salida del laberinto de Minos como encuentro final con la sabiduría. Tejer es contribuir a la gran obra creadora del universo. Todo es en este mundo una inmensa relación en la que hasta las mínimas y más insignificantes cosas cooperan a la armonía como lo hace la araña con el hilo de su tela, o el gusano con el de su seda.
Alfombra
La alfombra, cuando deja de ser un simple elemento decorativo, se convierte en una especie de templo sagrado cuyos colores, dibujos y motivos artísticos están cargados de simbolismo y poder mágico. Sus significados beben en las tradiciones orientales más que en las occidentales. Así, el color amarillo habla del poder; el blanco lo hace de la pureza y de la paz; el rojo, de la felicidad; el negro, de la desgracia; el verde, del paraíso de la dicha eterna.
Las figuras geométricas simbolizan la súplica de alejamiento de los malos espíritus. Los animales y las plantas, cada una con su simbolismo propio: paz, fecundidad, realeza, eternidad o felicidad, según sean una paloma o una granada, un pavo real, un ciprés o un clavel.
Todos estos elementos configuran un paraíso lleno de frescura y belleza, nunca sometido a los cambios de las estaciones, pues la alfombra es siempre la misma.
En el mundo de los sueños, la alfombra simboliza el íntimo yo, a veces disfrazado. Quien sueña que una alfombra se desgarra, significa que un secreto será desvelado; si se pone algo debajo, apariencia; si se descubre lo oculto, desasosiego.
Arado,
azada, guadaña, hoz
El arado, vinculado a la tierra, es un símbolo creador, pues con él empieza la labor para la fecundidad de la tierra. En la tradición cristiana es tenido como símbolo de la cruz; y algunos escritores la veían como si fuera la pluma que hacía los surcos de líneas en el campo de una hoja en blanco. Apenas aparece en las leyendas célticas, pues no era lo suyo la agricultura, si bien consideraban el arado como un símbolo relacionado con el origen del mundo.
El arado es un símbolo fálico que penetra en la hembra tierra para fecundarla. En muchas lenguas asiáticas, arado y falo tienen la misma raíz lingüística dando a entender el poder creador. Así se entiende por qué en China el emperador empezaba su reinado arando un surco en la tierra: posesión; o por qué en la India es el atributo del poderoso y fuerte Rama.
Simbolismo casi idéntico tiene la azada, si bien en tiempos más recientes pasó a ser un símbolo del trabajo en espera del fruto. Como instrumento agrícola, la guadaña, al igual que la hoz, se alejan del simbolismo del arado y la azada, pues siendo su función la de cortar igualando la hierba por la siega, pasó a ser el símbolo de la muerte, que a todos iguala.
Entre los personajes mitológicos, es Cronos/Saturno, el tiempo, quien lleva este símbolo entre sus manos, pues también el tiempo tiene su función igualadora.
Arca,
caja, cofre
Tanto el arca como la caja o el cofre tienen en común el ser guardianes de lo que en ellos se deposita. Un cierto halo de misterio y secreto sale de su interior y llega hasta el deseo del curioso para ver el contenido. No es de extrañar que, desde tiempos inmemoriales, tanto el arca como la caja o el cofre hayan sido revestidos con un simbolismo sagrado y mistérico.
El prototipo del arca está en la de Noé, un arca que permitió la salvación de unos cuantos seres humanos y de dos animales de cada especie —la misma leyenda del diluvio se puede encontrar en un sinfín de culturas y tradiciones—, siendo por ello un símbolo del conocimiento, pues sin Noé no se hubiera salvaguardado y transmitido todo el saber existente hasta el momento del destructor diluvio.
De mayor simbolismo está revestida el arca de la alianza para Israel. Allí se guardaban las tablas de la Ley, la vara de Aarón y un vaso con maná del desierto. Eran los elementos necesarios para que el pueblo judío fuera sagrado: conocimiento de la ley —principio vital—, la dirección del pueblo y su alimento regenerador. Tanto el arca de Noé como la de la alianza son el símbolo sagrado de un pueblo, en las que se encuentra la salvación de todo enemigo exterior e interior. Es el vínculo, la alianza, que une a Dios y al hombre.
La caja es símbolo de todo aquello que protege, pero que también encierra. En el interior de la caja se está a salvo de lo externo, pero la oscuridad lo mata. Universalmente célebre es la caja de Pandora, aquella caja que contenía todas las desdichas posibles y también la esperanza. Cuando Pandora la abrió, las desdichas salieron y se dispersaron por todo el mundo. Pero Pandora cerró de nuevo la caja antes de que pudiera salir Esperanza.
Idéntico simbolismo se esconde en el cofre. Un misterio encerrado, una curiosidad abierta. ¡En cuántos cuentos cuentan cofrecillos que esconden otros hasta llegar al último, generalmente guardando algún mal! No hay menos misterios en las muñecas rusas. Pero en todas las tradiciones y culturas, se ha unido el misterio del arca, de la caja y del cofre a lo sagrado.
De la misma forma que Israel guardaba la Sagrada Ley de la alianza en el arca, los chinos guardan el arroz de la inmortalidad y los deseos del emperador; y los japoneses el espejo de Amaterasu, los espíritus de los antepasados o extraños misterios universales.
Quien gusta de la aventura de lo desconocido, no dudará en abrir el arca, la caja o el cofre cerrado. Pero quien ama el misterio, los mantendrá cerrados para limitarse a escuchar la silenciosa voz de lo sagrado.
Balanza
La balanza es símbolo de la justicia, del orden y del equilibrio establecidos según una arcana ley universal. El destino de cada hombre es pesado por Zeus con un balanza de oro; entre los egipcios, en los platillos de una balanza están el corazón del hombre en uno y una pluma de avestruz en el otro, representando las acciones y la verdad respectivamente. La balanza es el juicio de Osiris. Para los judíos es una balanza la que dictamina el equilibrio entre el interior y el exterior del hombre; en la tradición cristiana, una balanza, el juicio, es el atributo del arcángel Miguel. El derecho y la justicia están representados por la balanza en las tradiciones chinas e islámicas. También aparece una balanza como símbolo del Tiempo, como equilibrio entre la luz y la oscuridad, lo positivo y lo negativo, lo corporal y lo espiritual, el cielo y la tierra. Es el desdoblamiento de todo lo creado que, dividiéndose, alcanza la multiplicación eterna.
En el mundo de los sueños, la balanza tiene idéntico simbolismo que el descrito, si bien, cuando aparece rota o cargada de piedras en sus platillos, simboliza desequilibrio y caos interior. También, presencia de problemas legales para quien la sueña.
Bandera
La bandera es un símbolo que tanto puede representar un personaje como una nación como el espíritu personal. Como distintivo de un jefe, simboliza la autoridad; como distintivo de un grupo, no sólo lo representa, sino que, al mismo tiempo, es una invocación a la ayuda de las fuerzas misteriosas y ocultas, pero presentes, de la fuerza y el valor de los antepasados. En algunas culturas, como la India, la bandera es un símbolo aéreo relacionado con la respiración, signo de vida. Como distintivo de una nación, representa la protección y la identificación de un pueblo. Cuando un féretro es cubierto con una bandera, es como si la tierra acogiera maternalmente al que vivió y murió por ella. En la tradición cristiana, que Dios sea la bandera del creyente significa que Él es el protector; también es símbolo del Cristo glorioso.
En el mundo de los sueños, su simbología es amplia. Una bandera negra anuncia desgracias, mientras que una blanca es presagio de armonía y paz, aunque también es anuncio de desprecios; si es roja, lucha y entrega; si de varios colores, necesidad de un cambio de vida; si verde, éxito cercano.
Cadena
La cadena es símbolo de unión, si bien ésta puede ser libre o esclava. El cielo y la tierra están unidos por Zeus con una cadena de oro que nadie podrá romper, con la que expresa su superioridad y dominio; pero también con una cadena de acero ata Zeus a Prometeo a la roca. En algunos mitos, la cadena de la plegaria llega desde la tierra al cielo implorando; también son invisibles las cadenas con las que los dioses manejan como marionetas los destinos de los hombres. Cadenas de oro unen la boca del que habla con el oído del que escucha; y cadenas de manos simbolizan la unión y la reconciliación. Un hilo lleva al alma en sus viajes astrales.
Romper las cadenas es destruir toda esclavitud mientras que conservarlas es mantener la unión y la concordia cuando hay identificación de un pueblo con sus gobernantes o de los hombres entre sí.
Copa
La copa une estrechamente su simbolismo a su función principal: contener bebida. Beber juntas dos o más personas suele ser signo de armonía, haciendo las funciones de llave o sello con los que se cierra un pacto, una alianza, una comunión de deseos.
En la tradición cristiana, el destino ha sido servido por Dios al hombre en una copa que éste tiene que beber. Bebiéndola, el hombre acepta la voluntad de lo alto. Copa de salvación y de agradecimiento es la que Jesús da a sus discípulos como sangre derramada de reconciliación. Para los cristianos, la copa eucarística es comunión entre Dios y los hombres.
En el Islam, la copa es el corazón en el que se contienen todos los designios y anhelos del alma. En su paraíso, los islámicos beberán la copa del gozo eterno pues en la tierra bebieron la copa de la revelación y del conocimiento.
En la tradición china, la copa es símbolo de inmortalidad; beben de la misma copa quienes está unidos y quienes se unirán en matrimonio. En Japón, es símbolo de fidelidad; en las tradiciones célticas, lo es de realeza.
Universalmente conocida es la buscada copa del Santo Grial en la que está la sangre divina dadora de vida. Como símbolo cósmico, todo lo disperso se une en el único continente, la copa, como unidad primordial.
En el mundo de los sueños, si alguien bebe una copa de agua, es símbolo de reconciliación; si es de vino, responsabilidad y éxito; derramar el contenido, desgracia e infortunio.
Cuchillo
Como instrumento cortante, altera lo que toca. A veces, destruye y mata; otras, corta y recolecta. En algunas tradiciones, tal vez por verlo asociado al hierro, sirve para alejar malos espíritus; pero casi siempre es el símbolo de las ocultas divinidades del mal siempre presentes; así sucede en culturas y tradiciones como la maya o la hindú. Es el instrumento de los sacrificios, por eso es símbolo de muerte y justicia. A veces representa el instinto primitivo del hombre.
Cuerda,
nudo, lazo
La
cuerda tiene un amplio y diverso simbolismo según aparezca con o sin nudos,
pues entonces sus símbolos recaen más en éstos que en ella. Como casi
siempre, es lo religioso y sagrado lo que cubre con símbolos todos los
objetos e instrumentos de los que se sirve para que el hombre entre en
comunicación con lo trascendental: la verdad o principio primordial de todo
lo creado.
Es símbolo de medio para ascender al cielo —lo mismo cabe decir de la escalera—, pero siempre que la cuerda venga de lo alto, pues no hay creación terrena capaz de llegar al más allá si éste no ha tomado la iniciativa de acercarse a este mundo. Una cuerda de plata guía la conciencia del hombre en su meditación trascendental, como de plata es la cuerda con la que los dioses tienen el poder de atar y desatar. Una cuerda es la que constituye el ser personal para los egipcios, y cuerdas son, para los mayas, las que descienden del cielo en forma de lluvia con su poder fecundador. Una cuerda lleva consigo el destino porque Fortuna es caprichosa. Y Ocno, el cordelero de los infiernos, trenzaba una cuerda que, conforme la hacía, una burra devoraba. [No se sabe si la cuerda simboliza el trabajo de Ocno, y la burra simboliza a su mujer que era muy derrochadora y perversa.] La leyenda simboliza a Némesis, hija de la Noche (Nicte), encargada de castigar todo lo que rompa el equilibrio universal.
Una cuerda es usada en África por los brujos para su imaginada transformación en serpientes y otros reptiles, y los brujos nórdicos ataban los vientos con una cuerda para apaciguar al mar; cuerdas hay en los lugares sagrados para alejar a los malos espíritus, y en la semana de año nuevo en todas las casas, según las tradiciones sintoístas. Con una cuerda suben la escalera del cielo los chamanes; lo mismo hacen los creyentes en el Islam.
Con una cuerda llena de nudos decoran los masones sus templos como símbolo de unión fraternal entre todos ellos. De nudos vitales hablan los budistas; con nudos se representa la fatalidad, así como el vínculo con la vida. Progresar en el camino de la perfección y liberación se simbolizada desatando los nudos de la cuerda de la ignorancia. Entre chinos, tántricos y taoístas, hay nudos en el bambú para simbolizar, siempre que se desaten, el progreso por el eje que va de la tierra al cielo. Un nudo simboliza la inmortalidad de la egipcia Isis, o la humilde huella que se deja en el suelo cuando hay un nudo en el cordón del zapato. Nudos mágicos utilizan los brujos para enfrentarse maléficamente a los humanos, y nudos benéficos para hacerlo a las bestias. Hay culturas, como la rusa, en las que un nudo en el cinturón preserva del mal en el momento del matrimonio; y los marinos llevan pañuelos con tres nudos para preservarse de las tempestades; mismo símbolo protector veían en el nudo los griegos y los romanos, aunque también imaginaban un efecto pernicioso desconocido; procuraban no usar nudos de ningún tipo en las fiestas de Dioniso. También tiene sentido protector en el Islam, aunque todo peregrino, cuando llega a La Meca, no debe llevar ningún tipo de nudo en ninguna de sus prendas de vestir. (Ya detallamos el famoso nudo gordiano al hablar de la espada).
En el mundo de los sueños, los nudos significan ataduras. Soñar que se desatan simboliza un acto onírico mágico como si, poniéndose a la par con los brujos, quien sueña así estuviera actuando.
La cuerda y los nudos (lazos) encierran extraños mundos en los que lo positivo y lo negativo, lo maléfico y lo benéfico luchan entre sí amparados en sutiles creencias que llegan a considerar que lo atado en el cielo queda atado en la tierra; aunque una sombra de duda cubre la certeza de si lo que se ata en la tierra también se ata en el cielo.
Espejo
El espejo refleja fielmente lo que tiene delante. Si quien se mira en el espejo rechaza lo que en él ve, se rechaza a sí mismo, y cabría decirle lo tantas veces repetido: «Rómpase usted la cara, que el espejo no hay por qué». No es de extrañar que el espejo simbolice la verdad y la sinceridad, la conciencia y el corazón; pues, dejando a un lado toda apariencia, da la imagen exacta del conocimiento. Verdad y pureza ven en el espejo la tradición japonesa; y en el juicio de los muertos se utiliza el espejo del íntimo karma. El espejo limpio ilumina y el sucio describe la ignorancia. El espejo es como el iluminador sol, reflejando la perfección cósmica; este simbolismo lo encontramos en la mitología china y japonesa, en budistas, chamanes y en la tradición védica. Aunque, a veces, por reflejar impasiblemente sin asimilar nada, es como aquel que tiene todos los conocimientos pero no la verdadera sabiduría. A esta representación le cuadran aquellas palabras de Cicerón: «Hay cosas que, para saberlas, no es suficiente con haberlas aprendido».
El espejo es símbolo de la armonía, y su presencia en lugares sagrados es la llamada a la pureza del alma para alcanzar la perfección. En Oriente, es el gran símbolo de la imitación de lo sagrado; a quien observa lo bello, alguna huella le dejará el espejo. El espejo es símbolo de la memoria colectiva.
En todas las culturas, el hombre suele aparecer como poseedor de un alma con dos aspectos: benéfico y maléfico, positivo y negativo, luz y tinieblas, bien y mal. De modo especial, esta realidad queda reflejada en el simbolismo del espejo para la tradición islámica, según la cual el espejo tiene el poder mágico de enderezar lo torcido y limpiar la conciencia que vive en el error.
En muchos cuentos populares es una constante la presencia del espejo mágico, capaz de las más asombrosas adivinaciones. Dicen si la adivinación por el espejo, al igual que por el agua, surgió en Persia; pero tribus africanas lo usaron y lo usan, como también lo hacen los chamanes; hasta Pitágoras tenía un espejo mágico, un Aleph.
En el mundo de los sueños, el espejo recobra toda su magia como transmisor de lo más real de la intimidad del yo, la de un ser necesitado de alguien. Soñar con espejos rotos es indicio de un profun-do desorden y desequilibrio moral. El espejo aparece como símbolo de la conciencia y de la imaginación: reflejo de lo visible, pensamiento que se ve a sí mismo (como Narciso en la cristalina agua).
Dentro de su amplio simbolismo, al espejo, reflejo de toda la verdad, se refieren aquellas palabras: «¿Cómo saber de mí? ¿Cómo, sin luz, entenderme? Tú, belleza, fecundaste mi alma; y si alguien me pregunta por ti, sólo podré decirle: ¡Mírame!».
Joyas
Dejando a un lado la satisfacción que la vanidad encuentra en las joyas, éstas, cuando no se ven degeneradas a los mínimos grados de su significación, nos llevan, con su simbolismo, a mundos donde tienen lugar bellas y misteriosas alianzas entre el alma, el corazón, el conocimiento y lo sobrenatural. Frías y duras en sus piedras o metales, cálidas y frágiles en las manos del artesano, las joyas son expresión de energía y luz, evocando la pasión por la belleza y la ternura por el agradecimiento. Las joyas tienen aquel sonido que sólo perciben los espíritus más atentos y los corazones mejor educados. Las joyas son el resultado de todo un proceso, símbolo del itinerario del hombre, que va desde la nada a la plenitud. Al igual que los trofeos, su valor, más allá de su coste, se derrama generoso sobre el final de una acción, de una empresa noble, de un objetivo propuesto.
Son muchas las culturas y tradiciones que conservan el simbolismo real de sus joyas. De hecho, leyendas llenas de sentido nos hablan de aquellas hermosas joyas cuyas piedras preciosas, cuando no estaban en manos del rey, no eran más que vulgares piedras. El auténtico simbolismo de las joyas, más que en los elementos que las componen, minerales o metales —cada uno con su propio símbolo—, está en quien las usa. El bastón con anillos y la joya que sostiene, sentado, el poderoso Jizobsatsu como rector de la muerte en la tradición japonesa, sólo en sus manos simbolizan el poder de alargar su vida; en otras manos, nada significan. En el islam, una joya especial simboliza la esencia de todo ser; y una joya —dicen si una esmeralda— llevaba Lucifer en la frente, pero durante su caída del cielo la extravió, la recogieron los ángeles y en ella tallaron el hermoso y santo grial. Una joya es el gran atributo de Vishnú, el dios de la India, supremo mantenedor del mundo.
La joya colocada sobre el pectoral del Sumo Sacerdote judío simbolizaba la verdad. Sabido es que las joyas tenían cierto simbolismo litúrgico, a veces con cierta capacidad mágica. Esto es lo que se podía observar en el Racional del Sumo Sacerdote hebreo, compuesto de doce piedras (tribus, meses) colocadas en cuatro hileras de tres, con su particularidad y color. De izquiera a derecha y de arriba abajo eran: sardio o sardónice (rojo), esmeralda (verde), topacio (amarillo); rubí (anaranjado), jaspe (verde oscuro), zafiro (azul oscuro); ópalo o jacinto (lila), amatista (violeta), ágata (beige); crisólito (dorado azulado), berilo (azul marino), ónice (rosado). Si se examinan los colores según su disposición, parecen una llama que va languideciendo en su luminosidad de arriba abajo, y del exterior al interior. (Véase colores, piedra).
En el mundo de los sueños, las joyas aparecen como símbolos de derechos y atributos, premoniciones y situaciones especiales del que sueña. A este simbolismo general habrá que unir el concreto de cada joya soñada. Tal vez, una cadenilla sea, para el soñante, un indicio pasional acentuado si aparecen anillos; que lucha por un destino seguro si hay un brazalete. De valor alto o escaso, enteras o rotas, las joyas surgen del subconsciente pero casi siempre con un simbolismo que lo sublime es incapaz de reconocer.
Llave
La llave es símbolo de un poder y de una legitimidad. Poder de acceso; legitimidad de acción. Acceso legitimado a lo propio. Poder para ciertas funciones como abrir y cerrar. Así se entra en su más alto simbolismo: abrir y cerrar el conocimiento, atar y desatar las leyes, coagular o disolver elementos (para los alquimistas).
Una llave de oro y otra de plata figuran en el escudo papal para simbolizar el poder espiritual y terreno, que permiten el acceso al paraíso celestial y al terrenal, a los grandes y pequeños misterios para el hermetismo, al ascenso y descenso en los equinoccios en manos de Jano. Una llave abre el comienzo de la iniciación para el Islam; y es símbolo de prosperidad para los orientales; para muchas tribus, llave es llamado dios por ser creador, al igual que el sol por regir el día y la fecundidad de la tierra, y el jefe por gobernar al pueblo. La llave es como la luz de la iluminación interior capaz de discernir.
Símbolo de generosidad y reconocimiento posee, cuando se entrega, la llave de una ciudad, así como de unión y confianza cuando se entrega la de la propia casa.
En el mundo de los sueños, además de ser un símbolo de autoridad, real o pretendida, es símbolo fálico.
Todos los grandes maestros del espíritu han tenido las llaves de acceso al mundo interior. Y, por famosas, recordemos las llaves que se entregaron al apóstol Pedro como símbolo, no de un poder arbitrario, sino de la identificación con el amor como puerta de acceso al reino de los cielos aquí en la tierra.
Red
La red atrapa abortando todo intento de escapada. Como una red es el sheol bíblico que envuelve al condenado en la angustia como el retiario romano a su adversario en la lucha; como una red que todo lo recoge será el día del juicio final; redes tienen muchas divinidades orientales para atrapar a quienes desean para sí según las leyes del antojo; redes aparecen en los sueños como símbolo de la búsqueda de un perdido yo; y una red, según tradiciones islámicas, usa el místico para captar al águila real que simboliza a Dios. Todas las redes atrapan; sólo las espirituales, que siempre están llenas de la luz de la sabiduría divina, dan sentido y valor a aquel deseo: «Me perdí en la red de la luz y ya no quiero ni buscar la salida».
Sello
El sello ha tenido un extendido y específico uso, y, aun cuando con los tiempos haya sufrido transformaciones, su simbolismo permanece. Con un sello firmaban y autentificaban los reyes sus decretos como con un sello certifican un documento las instituciones actuales. Los amos sellaban a sus esclavos como señal de pertenencia como ahora se registra una propiedad. Junto a la pertenencia, legitimación y certificado, el sello es símbolo del secreto. Todo sobre sellado o lacrado está sometido a unas normas a respetar; así un testamento, una plica.
En algunas tradiciones, en especial en la judía y en la cristiana, el sello aparece con frecuencia en su libro sagrado y con múltiples significados: Yahvé sella sus leyes como signo de autenticidad; también sella a su pueblo como signo de pertenencia. Como un sello, un aval, es el Espíritu; y como un sello legitimador son los Corintios para el apóstol Pablo cuando lo consideraban a él un advenedizo. Como un sello sobre el corazón de la amada es el amado en el Cantar de los Cantares; y como un libro sellado con siete sellos es el Apocalipsis que sólo será abierto por la sangre amorosa del Cordero crucificado y glorioso.
Repleto de simbolismo para los herméticos está el sello de Salomón con sus dos triángulos equiláteros entrecruzados, aludiendo a los clásicos elementos y metales, aunque dando a entender la convergencia de lo múltiple en la unidad, de lo material en lo espiritual.
En el mundo de los sueños, el sello es símbolo de lo que uno es o imagina ser; sellar lo ajeno es desear poseerlo; verse sellado por otro es indicio de sometimiento a fuerzas exteriores y ajenas.
Se sella una tumba como final; se sella una boca para guardar un secreto; se sella un documento para cumplirlo. Mas, como en tantas cosas, el simbolismo del sello está sometido a ser un secreto a voces y a un papel mojado. Como siempre, esto es así no por culpa del símbolo, sino por la de quien convierte en nada lo que, silencio-samente, habla de lo sublime.
Tamiz
El tamiz, instrumento clasificador, suele ser el último paso en el proceso de criba después de la cernedora, la limpiadora, el harnero, el cedazo. El tamiz es lo mismo que una cernedora. Al usar comúnmente la palabra tamiz, proveniente del francés tamis, de escaso uso es su equivalente cernadora, del latín cernere, de donde viene nuestro cerner que, en sentido figurado, significa examinar y depurar, y que, como selección, solemos decir discernimiento. Usar el tamiz para separar y purificar el polvo o la arena, o la cernedora para hacer lo mismo con la harina, dan al tamiz todo el simbolismo del discernimiento, de la separación y la elección. Siempre es necesario filtrar todo lo que llega al conocimiento y al corazón para aceptar lo que dignifica y enaltece o rechazar lo que degrada y humilla.
Cada uno puede tener su propio tamiz con mallas más o menos tupidas según sean nuestras exigencias que, muchas veces, son laxas para nosotros y severas para los demás. Es lo que con nuestro lenguaje suele decirse «hurtar harina y pregonar gallina». El tamiz es símbolo del discernimiento que usamos con los demás, pero también del que usan los demás con nosotros. Incluso los dioses usan un tamiz para cada uno de los mortales antes de que lleguen hasta ellos los favores o las desgracias según hayan llegado hasta los cielos los deseos y las plegarias. El tamiz no es una ley de vida, sino una necesaria imposición de cada ser humano para alcanzar el verdadero discernimiento y actuar en consecuencia. Al fin y al cabo, todo depende de la trama y la urdimbre.
Yunque
El yunque es símbolo de la constancia, de la tenacidad. Asociado, según unos, al fuego purificador y moldeador del herrero; al agua, según otros, de la acción permanente; símbolo de lo femenino, como esposa de lo masculino, el herrero, de cuya unión surgirá la creación de una obra perfecta.
En el mundo de los sueños, el tamiz simboliza la tenacidad por conseguir lo propuesto; su dureza es la certeza del deseo; también simboliza el doloroso esfuerzo por alcanzar la meta; pero puede representar el sufrimiento por tener que soportar la influencia de los demás. Todo depende de si el yunque lo usamos nosotros o, simplemente, nos limitamos a observarlo. Vernos con alguien junto a un yunque significa el comienzo de una relación duradera. Sea lo que fuere, en el yunque de la vida cada uno forja, día a día y sin desmayo, la figura de su propio destino.